Sociedad | La Comisión Episcopal para la Vida, los Laicos y la Familia (Cevilaf) llamó a "optar por la cultura de la vida" y sostuvo la necesidad de implementar la educación sexual.
La Comisión Episcopal para la Vida, los Laicos y la Familia (Cevilaf) volvió a defender la vida humana desde la concepción, por lo que pidió promover una educación integral de la sexualidad.
Mediante el documento presentado en la sede de la CEA por el jefe del Episcopado, Oscar Ojea, y el presidente del organismo que realizó el texto, Monseñor Pedro Laxague, expresan el pensamiento de la Iglesia y su mirada sobre la vida, la educación sexual y el amor humano.
[b]“El Dios de la Vida y del Amor Humano”[/b]
Hace más de medio siglo la Iglesia expresaba su cercanía a las diversas realidades que vivía la comunidad humana diciendo que: El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo, y nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.
Monseñor Oscar Ojea, al presentar este documento preparado por la Comisión Episcopal para la Vida, los Laicos y la Familia, ofrece junto a sus hermanos obispos, una reflexión sobre el tema de la vida y del amor humano a los padres, agentes pastorales, educadores, sacerdotes.
Son muchas las voces que demandan una palabra clara, serena, dialogal y profunda sobre esas dos realidades fundamentales, que están en las raíces del nuestro humanismo cristiano y conforman las dos notas esenciales de nuestra cultura, como son el Dios de la Vida y el Amor Humano indisolublemente unidas.
El Pbro. Gustavo Antico, compartió que el documento que hoy presenta la CEVILAF quiere recordarnos los fundamentos de la concepción cristiana de la vida y de la persona; de su vocación al matrimonio y del amor humano; como así también del sentido y de la misión que tiene la familia humana en la tierra.
La intención que nos mueve al publicar este texto hoy es asumir “el gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia” que vivimos en orden a dos realidades fundamentales de la existencia del hombre: la Vida y el Amor Humano. Al respecto, queremos acercarnos a los hombres y mujeres de nuestro tiempo con nuestra propuesta cristiana, que nos impulsa a reconocer al otro, sanar las heridas, construir puentes, estrechar lazos y ayudarnos «mutuamente a llevar las cargas» (Ga 6,2) .
Los Obispos de la CEVILAF quieren contribuir con este texto a la valoración trascendente de la persona y de la creación, volviendo a señalarnos el valor y la dignidad de la vida humana.
La Iglesia en Argentina se ha expresado ya en diversas ocasiones sobre estos temas . Las nuevas circunstancias en las que se desarrolla hoy una cultura que ya no se inspira en los valores del Evangelio ¬sino que prescinde de Él, entendiendo que el ser humano se construye exclusivamente a partir de las percepciones subjetivas que tiene de sí mismo, hacen necesario decir una palabra que ilumine estas realidades de enorme importancia para la persona, la familia y la sociedad.
Es una reflexión que se estructura y tiene sus raíces en la Palabra de Dios y nos lleva a recordar y descubrir distintas afirmaciones en el magisterio del Papa Francisco.
La elaboración del texto recoge también el sentir y la ciencia de mujeres y hombres de Iglesia que supieron acompañar con generosidad su abordaje.
¿A quiénes se dirige este documento?
Se dirige especialmente a los padres de familia, sujetos insustituibles de la educación en la fe de sus hijos, a los catequistas, a las comunidades educativas católicas, a sus docentes y directivos, a los sacerdotes, y obviamente, a toda persona cuya visión de la vida, del amor humano y de la familia, converge con los valores cristianos. Con aquellas personas que poseen otra comprensión del ser humano, de la pareja humana y del mundo, el texto explicita una sincera disposición al diálogo y valoración en las diferencias, buscando en conjunto una convivencia en la libertad, la pluralidad, la humildad y el respeto al que opina distinto.
El documento plantea el desafío pastoral de renovar la propuesta antropológica cristiana y las consecuencias que de allí se siguen por medio de formas y lenguaje sabios, claros y misericordiosos.
Recordemos también el nro. 229 de Aparecida que nos motiva a exponer el mensaje cristiano con fuerza profética. Se nos invita a rehabilitar la auténtica apologética que hacían los padres de la Iglesia como explicación de la fe. La apologética no tiene porqué ser negativa o meramente defensiva per se. Implica, más bien, la capacidad de decir lo que está en nuestras mentes y corazones de forma clara y convincente, como dice San Pablo “haciendo la verdad en la caridad” -como dice Ef. 4, 15-. Los discípulos y misioneros de Cristo de hoy necesitan, más que nunca, una apologética renovada para que todos puedan tener vida en Él” - concluye la cita -.
Deseamos que el texto El Dios de la Vida y del Amor Humano contribuya a una verdadera cultura del encuentro, de la vida y del amor humano, junto con todos aquellos que estén abiertos a una comunicación personal y pluralista y buscan sinceramente el bien de todos, sin marginar ni excluir a nadie.
Cabe afirmar que advertimos con esperanza en amplios sectores de nuestra sociedad, especialmente entre la gente sencilla y humilde, una valoración muy positiva de la vida como don de Dios, y del amor humano y de la familia tal como la recibimos revelada en la Sagrada Escritura. Son cada vez más frecuentes las expresiones, movimientos y asociaciones que defienden, cuidan y promueven la vida de la madre y del niño que gesta en su seno. Al mismo tiempo, hay una mayor conciencia de la importancia de una educación integral de la sexualidad que la vincule estrechamente con el amor, la libertad y responsabilidad.
Por otra parte, el texto manifiesta la preocupación por el incremento de las variadas formas de esclavitudes que claman a Dios: la violencia en todas sus formas; la trata de personas, la explotación de los débiles, los vulnerables y empobrecidos (especialmente niños, mujeres y ancianos); las prácticas abortivas; la degradación de los vínculos interpersonales y la violencia doméstica, especialmente sobre la mujer; las adicciones a las drogas y a la pornografía, la indiferencia, etc.
A esto se suma la desorientación antropológica, que tiende a cancelar las diferencias entre el hombre y la mujer, consideradas como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural, estructurándose como pensamiento único y clausurado a un diálogo abierto y plural y, por lo tanto, excluyendo el encuentro . Todas estas esclavitudes generan angustia, atentan contra la integridad de la vida de las personas, y obstaculizan la posibilidad de construir una convivencia humana en la que efectivamente haya lugar para todos y a todos se les reconozca su inviolable dignidad.
Estamos convencidos de que la propuesta cristiana tiene una palabra luminosa, liberadora y de esperanza para vivir con sentido, alegría y plenitud la vida y el amor humano. Para ello, necesitamos recrear permanentemente en nosotros la mirada de Dios sobre nuestra realidad. Esa es la mirada que acompaña nuestra reflexión, una mirada que anhela ver todo lo que nos sucede con los ojos y el corazón de Jesús.
Más informaciones en: www.episcopado.org
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