| La central nuclear que mantiene al mundo en vilo parece vivir sus últimas horas. Autoridades, expertos y gobiernos, incluyendo el japonés, califican la situación de
"apocalíptica", una auténtica "pesadilla" que no muestra atisbo de frenar.
Explosiones, fusiones parciales del núcleo, incendios, expulsión de partículas radiactivas a la atmósfera... Los seis reactores que configuran la central japonesa, con graves problemas desde el terremoto del viernes, siguen su camino hacia la catástrofe nuclear. Y lo que muchos intentaban controlar se va de las manos.
La situación de los reactores es "gravísima". El reactor número 1, el primero que explotó, se encuentra sin refrigeración, se ha producido una fusión parcial del núcleo y su vasija está dañada.
El 2, uno de los más afectados, no tiene prácticamente refrigeración, mientras que su vasija de contención resultó dañada tras la explosión de hidrógeno que se produjo en la madrugada del martes. Los reactores 5 y 6 también viven problemas de refrigeración ya que la temperatura de sus piscinas se ha incrementado considerablemente.
Pero, sin lugar a dudas, los reactores más peligrosos son ahora el 3 y el 4. El primero de ellos, dañado por una explosión desde el lunes, tiene graves problemas de refrigeración, ha producido una fusión parcial del núcleo y su sistema de contención está gravemente dañado y está expulsando partículas radiactivas a la atmósfera, lo que junto al escape del reactor 2 ha elevado los niveles de radiación hasta los 10 milisievert por hora, por lo que las labores de refrigeración se han parado hasta que desciendan dichos niveles.
Por su parte, el reactor 4, que se encuentra en estado "crítico", según la compañía TEPCO. Desde ayer se han producido dos incendios y la piscina que enfría las barras de combustible está completamente vacía.
Tal es la situación que el Gobierno ha ordenado a la empresa inyectar agua en la piscina "tan pronto como sea posible para evitar un desastre nuclear importante".
Aunque las llamas en el reactor 4 fueron controladas rápidamente, la detonación provocó dos orificios de ocho metros cuadrados en el muro del edificio exterior del reactor, dejando en contacto con el aire la piscina de combustible. Además, el techo se ha agrietado.
En resumen, se estima que un 70% de las barras de combustible nuclear han resultado dañadas, de las que un 33% pertenecen al reactor 2. Además, se cree que los núcleos de los reactores se han fusionado parcialmente ante la falta de refrigeración.
[b]Medidas contra la radiación[/b]
Ante el aumento de la radiación y pese a que las autoridades han permitido niveles de hasta 250 milisievert para los trabajadores, la central obligó a evacuar a los últimos empleados que permanecían en el recinto, que regresaron horas después. Durante ese tiempo, las operaciones para enfriar los reactores se paralizaron.
Las medidas tomadas por el Gobierno de momento han incluido la evacuación de los ciudadanos en un radio de 20 kilómetros, el establecimiento de una zona de exclusión aérea de 30 kilómetros y la petición a los vecinos de Fukushima que se queden en casa y no salgan a la calle.
Pero, los problemas no sólo parten de la central. La escasez de energía tras el seísmo ha obligado a realizar cortes de luz en determinadas horas del día, momentos en los que el sistema informático utilizado para medir la propagación de la radiactividad en torno a Fukushima deja de funcionar.
La Agencia de Seguridad Nuclear japonesa no cuenta con que el sistema vuelva a funcionar al cien por cien, puesto que muchos de los puntos de medición no funcionan por culpa de los cortes de energía.
En este contexto, el jefe del Gabinete japonés, Yukio Edano, ha admitido que podría ser necesario la ayuda de terceros países. Así, ha barajado la posibilidad de solicitar la intervención de las fuerzas militares estadounidenses para atender la emergencia, desatada tras el terremoto de nueve grados en la escala de Richter que el pasado viernes azotó la costa nororiental.
A pesar de esta advertencia, Edano ha dicho que los niveles de la radiación liberada a la atmósfera, no suponen un riesgo inmediato para la salud. También ha solicitado a la población que mantenga la calma y frene la compra compulsiva de combustible, ya que esto podría provocar un desabastecimiento general que empeoraría la ya de por sí grave situación que atraviesa el país.
Por su parte, el emperador de Japón, Akihito, se ha dirigido en un discurso televisado al país. Cinco días después del grave seísmo y posterior tsunami, ha pedido calma. A través de la cadena de televisión pública NHK, Akihito, de 77 años, ha dicho al pueblo nipón que reza por "el bienestar del máximo número de supervivientes posible tras el desastre". A su vez, ha explicado que los problemas en los reactores nucleares de Japón son impredecibles.