| El delantero Ismael Sosa ingresó en el complemento y marcó los tres goles con los que el Rojo dio vuelta el partido y venció al Torito en tiempo de descuento. Federico Higuaín anotó los dos tantos de la visita, que sufrió la expulsión de Mariano Fernández. Con este triunfo, el equipo de Burruchaga se ubica a tres puntos de Boca.
El héroe de la noche tiene nombre y apellido: Ismael Sosa. El técnico de Independiente, Jorge Burruchaga, lo mandó a la cancha a los siete minutos del segundo tiempo, cuando el Rojo perdía 1-0 y el partido estaba caliente. El pibe entró bien y cambió la historia con tres goles, dos en tiempo de descuento. Gracias a él, el conjunto de Avellaneda ganó un encuentro soñado y se ilusiona con el Apertura, que en un momento de este sábado primaveral estuvo lejos, muy lejos.
Independiente arrancó como para llevarse a Chicago por delante. A puro vértigo y juego asociado por los dos costados, logró arrinconar al Torito en los primeros 10 minutos de partido y contó con dos situaciones para ponerse en ventaja. Marín probó de zurda, la pelota picó y Vega la mandó al córner. Luego, Montenegro sacó un tremendo derechazo que se fue apenas arriba. La movilidad del Rolfi, que se estacionó sobre la derecha, fue clave en ese comienzo arrollador, al que sólo le faltó el gol.
Chicago pasó el sobresalto inicial, se acomodó en la cancha y empezó a manejar la pelota con mucho criterio en la mitad de la cancha, aunque careció de profundidad y se mostró poco ambicioso, como si el punto le agradara desde antes de jugar el encuentro. Al resignar el ataque y jugar cerca de su arco, los visitantes debieron sufrir otros sofocones en la etapa inicial.
Montenegro volvió a aparecer a los 19´, envió un centro desde la derecha para la entrada de Denis y éste remató por encima del travesaño. A los 34´se encendió Rodrigo Díaz y armó dos jugadas que podrían haber terminado en gol. Primero dejó a Denis mano a mano con Vega, pero Mariano Fernández cerró a tiempo. Después, desbordó por izquierda, sacó un centro perfecto para la cabeza de Montenegro y el arquero del Torito evitó la caída de su valla.
Parecía que Independiente estaba otra vez cerca de abrir el marcador cuando Chicago sorprendió y golpeó en la primera chance que se le presentó. La jugada nació en un lateral sobre el sector derecho, Pellerano peinó la pelota en el área, Lorgio Alvarez rechazó corto y Federico Higuaín capturó el rebote y fusiló a Ustari. Los locales sintieron el impacto, cayeron en el nerviosismo y casi se van al vestuario dos goles abajo: Nieva entró sin marca y cabeceó alto.
Motta pensó en cuidar la diferencia en el complemento y por eso sacó a Hanuch y puso a Pietravallo. La idea era frenar la embestida de Independiente. Y le dio resultado al técnico de Chicago, pero no precisamente por el cambio que introdujo sino porque el Rojo se mostró muy impreciso con la pelota y atacó poco y nada en el inicio de la segunda parte. Burruchaga se dio cuenta que su equipo no funcionaba e hizo dos variantes a los siete minutos: entraron Machín y Sosa, quien finalmente cambiaría la historia.
Sosa, en una de sus primeras intervenciones, recibió un pase de Rodrigo Díaz en la puerta del área, se acomodó, apuntó y clavó la pelota contra el palo izquierdo de Vega. Parecía que ahora sí Independiente iba a ir en busca del triunfo, pero no. Chicago digirió rápido el empate y enseguida casi se pone otra vez en ventaja: Ustari le tapó un cabezazo a Mattiuzzo y un mano a mano a Higuaín; luego Donda lo perdió al rematar alto. El Torito primero avisó, después no perdonó. Un contragolpe letal manejado por Viturro (ingresó en el complemento) desembocó en otro tanto de Higuaín, quien entró solo por el medio y definió ante la salida de Ustari.
Ganaba Chicago y había festejo en Mataderos, pero la visita se quedó con un hombre menos por la expulsión de Mariano Fernández y debió replegarse. Defendió como pudo, peleó a muerte cada pelota, pero se distrajo sobre el final y lo pagó caro, muy caro. De un triunfo histórico (era la primera vez en la historia que vencía al Rojo) pasó a una derrota dolorosa, de esas que dejan marcas. El culpable de la desgracia del Torito fue Sosa, quien clavó el empate a los 45´y dos minutos más tarde selló la victoria con un remate desde un ángulo cerrado. Hubo delirio en el Cilindro de Avellaneda, que volvió a ser escenario de la alegría roja.
Fuente: TyC Sports.