| Tras diez días de intensa agenda el Papa dejó los Estados Unidos, partió desde el aeropuerto de Filadelfia con destino al Vaticando donde domingo comienza el Sínodo de la Familia..
El Papa Francisco finalizó este domingo en Filadelfia su gira de diez días por Cuba y Estados Unidos, donde dejó un mensaje que llama a trabajar por los derechos de los inmigrantes y a combatir el cambio climático, mientras que en la isla caribeña convocó a continuar con el “proceso de normalización” de las relaciones entre los dos países, reiniciadas con su participación como mediador tras más de 54 años de congelamiento diplomático.
Francisco inició su agenda norteamericana en la ciudad de Washington, donde fue recibido por el presidente, Barack Obama, en la Casa Blanca, y realizó la primera canonización en suelo estadounidense al convertir en santo al misionero español Junípero Serra, además de convertirse en el primer pontífice en dirigirse al pleno del Congreso local.
Allí, como en toda la gira de cinco días que incluyó Nueva York y Filadelfia, el líder del Vaticano abordó la situación de los inmigrantes -que en Estados Unidos suma cerca de 11 millones de personas- frente al mismo Congreso que, manejado por mayoría republicana, se niega a dar espacio a la tan reclamada reforma migratoria.
Frases como "nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros”, o "no se desanimen por los retos y dificultades que tengan que afrontar", o "al contribuir con sus dones, no sólo encontrarán su lugar aquí sino que ayudarán a renovar la sociedad desde dentro”, lograron los aplausos y celebraciones entre sus seguidores.
Ovación que se repetiría en cada uno de los lugares por donde el Papa se encontraba o pasaba y que provocaba una reacción de júbilo, gritos y entusiasmo que se transformaba automáticamente en una gran masa de energía que empapaba el lugar y desbordaba de esperanza los rostros de los feligreses.
Así ocurrió mientras se transportaba en su papamóvil por las calles de las tres ciudades, así como cuando llevó adelante las misas en Washington y en el mítico Madison Square Garden de Nueva York, donde, a pesar de ofrecer las homilías en español, fue esperado y aclamado sin reservas.
No fueron pocos los medios locales que coincidieron en describir a todos estos recibimientos como los ofrecidos a una máxima celebridad o “estrella de rock”.
Uno de los temas que incluyó también en sus tres paradas en la costa Este fue el del cambio climático, que viene abordando desde que presentó la encíclica sobre clima y medio ambiente a mediados de año.
“Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos y sus raíces humanas nos interesan y nos impactan a todos”, dijo citando a la encíclica ante los republicanos del Congreso, que se oponen a adoptar las propuestas sobre el tema que Obama promueve.
Los otros mensajes que el santo padre brindó al pueblo estadounidense comprendieron la pobreza, la familia, el fundamentalismo, el tráfico de armas, la pena de muerte y los abusos sexuales cometidos por sacerdotes, quienes, dijo tras reunirse en Filadelfia con cinco víctimas de ese flagelo, "rendirán cuentas" por sus actos.
El décimo viaje al extranjero y el más largo que realizó desde su llegada a Roma en marzo de 2013, llevó antes a Francisco a una visita de tres días por Cuba, donde llamó a continuar con el “proceso de normalización” de las relaciones con Estados Unidos, desarrolladas gracias a su intervención como mediador entre las dos naciones.
Con el lema “Misionero de la Misericordia”, el Papa abogó además en la isla por la “revolución de la ternura” y pidió a los cubanos “sembrar reconciliación”.
La euforia por su presencia se hizo notar también en su paso por el país caribeño, que incluyó misas en Holguín, Santiago de Cuba y en La Habana, esta última con la presencia del mandatario Raúl Castro, donde hizo además un llamado a la paz en Colombia y pidió a todos trabajar para que no haya “otro fracaso más” en el camino de la reconciliación de ese país.
Tras su paso por tierras americanas, Jorge Bergoglio dejó otra marca: el asombro de muchos al ver a un hombre que, a pesar de sus 78 años, se mostró con una energía que parecía inagotable, cumpliendo con cada una de las actividades como líder de Estado y como pastor de la iglesia, y transmitiendo sus mensajes con la cercanía y la calidez que sus feligreses esperaban.