Lunes 27 de Junio de 2005, 12:33

VÉLEZ ES EL NUEVO CAMPEÓN DEL FÚTBOL ARGENTINO

| Dio la vuelta olímpica una fecha antes de terminar el Clausura. Salió a jugar con mucha personalidad, pasó por arriba a un rival que todavía estaba con chances y dejó en claro por qué es el mejor. Este es su sexto título en el fútbol argentino.

Ante un Amalfitani repleto, Vélez recibía a Estudiantes con la ilusión de liquidar el Clausura hoy mismo. Los de Liniers, claro está, debían ganar. Y si bien todos los ojos estaban puestos en este partido, los oídos estaban pegados a la radio para saber que sucedía con Racing, que visitaba a Banfield. El encuentro empezó con algunas demoras, debido a la cordial bienvenida que le dieron los hinchas de Estudiantes al Gato Sessa, con una variedad de piedras y pedazos de mampostería. Mostaza Merlo también se llevó lo suyo, aunque la sacó bastante más barata: la platea de Vélez lo recibió con flores (?). En fin... Después de la entrega de souvenirs y del respetuoso minuto de silencio por la muerte del arquero de Independiente Emiliano Molina, el árbitro Bassi, pito en mano, le dio inicio al partido. El equipo de Russo, el más regular de la temporada (entre Apertura y Clausura sumaba nueve puntos más que Estudiantes), salió a presionar bien arriba, tratando de jugar lejos de Sessa. Fueron unos cuantos minutos en los que los de La Plata la pasaron bastante mal. Y Merlo se desesperaba. “Apretemos más adelante”, gritaba mientras caminaba de acá para allá dejando un surco en el césped. La primera emoción de la tarde llegó cuando se jugaban 12 minutos. ¿Gol de Vélez? No. ¿Gol de Estudiantes? Tampoco. El grito cayó desde la tribuna local luego de que la radio cantara el 1-0 de Banfield ante Racing. Con este resultado, los de Liniers daban la vuelta ahí mismo. Vélez no ganaba ni merecía ganar -tampoco merecía perder- pero su empate y la caída de Racing le daban el título. Entonces todo era delirio en Liniers. Más aún después de que Cubero, tras un centro desde la derecha enviado por el Tano Gracián, entrara solo por el medio para empujar la pelota al fondo de la red a los 18 minutos. La fiesta se desataba en el Amalfitani. Vélez le sacaba seis puntos a Racing y era más campeón que nunca. El partido seguía siendo parejo, muy trabado en el medio, pero los de Liniers habían llegado y habían convertido. Esa era la diferencia. El Tano Gracián estaba encendido en su rol de conductor y se olía que la ventaja podía hacerse mayor en cualquier momento. Y así fue. A los 22, un exquisito pase del volante creativo de Vélez dejó mano a mano al Roly Zárate con Herrera. El goleador no perdonó: definió cruzado y salió a gritar el gol con alma y vida. Nada podía salirle más redondo a Vélez. Jugaba como campeón y encima, Racing se caía. Todo estaba a pedir del conjunto de Miguel Angel Russo. Daba la sensación de que los de Liniers ya habían dado la vuelta un par de fechas atrás: hacían correr la pelota sin ninguna presión y se floreaban como si todo estuviera definido. Además, habían marcado en sus dos llegadas. Lo que se dice un equipo efectivo. Claro que se recibió de equipo efectivo cuando Castromán, a los 26, puso el 3-0. El ex jugador de la Lazio recibió un pelotazo de más de 50 metros, le escapó a la marca del tucumano Krupoviesa, dejó en el camino a Herrera y definió con el arco vacío para enloquecer a la gente de Vélez. Estudiantes parecía ausente. Hacía todo muy previsible, no encontraba la pelota, no tenía variantes y encima, sus jugadores se ofuscaban cada vez que desde la tribuna bajaba un “ooole” o cuando los hombres del Fortín entregaban algún lujo. No lo toleraban. Ya es casi una ley en el fútbol argentino: cuando se gana, los futbolistas no pueden gambetear, tirar sombreros y, menos que menos, caños. Es una herejía. Si bien en el complemento la pelota seguía siendo propiedad de Vélez, Estudiantes, con mucha vergüenza, se paró cuantos metros más adelantado. Pero Mariano Pavone y el Rafa Meceratesi estaban años luz de distancia de los volantes del Pincha, por lo que el circuito ofensivo simplemente no funcionaba. Encima, en su afán por buscar el descuento, como suele ocurrir, dejaba agujeros en el fondo. Hubiera sido un gran premio para uno de los mejores jugadores del Clausura, Lucas Castromán, si el tremendo remate que sacó desde afuera del área encontraba la red y no el travesaño. También lo había tenido el Roly Zárate: el delantero enganchó para un lado, para el otro, miró el arco y la picó, pero Herrera estaba bien parado y mandó la pelota al corner. El partido estaba terminado hacía rato. Por eso, toda la atención estaba puesta en las tribunas. En las banderas, en los cantos, en los globos. En toda esa gente que festejaba el sexto título de la historia del club de Liniers. Toda esa misma gente que despidió con insultos a algunos de sus jugadores -especialmente a Sessa- después de que a Vélez se le escapara el Apertura pasado, hace poco más de seis meses. Esa gente que pasa del amor al odio en un abrir y cerrar de ojos. El “dale campeón... dale campeón” empezó a escucharse cada vez más fuerte en el minuto 39, cuando en el Sur terminó el partido que Banfield le ganó a Racing por 1-0. Y se extendió hasta el final. Los miles de hinchas que llenaron el Amalfitani revoleaban remeras, buzos, camperas, medias o lo que tuvieran en sus manos y deliraban alentando a este merecido campeón. Fuente: APF