| Fue un Superclásico en el que hubo más lucha que fútbol. River tuvo la pelota, pero le faltó definición. Boca se paró de contra y se llevó un empate que, aún sin jugar bien, lo mantiene solo en la punta.
River y Boca. Boca y River. El plato estaba servido. El banquete excluyente del fútbol argentino incluía en el menú Apertura 2005 algunos bocadillos y condimentos novedosos, como la superioridad manifiesta de Boca en los papeles, que no se daba desde 1998, y el indeseado enfrentamiento de dos amigos entrañables, el Coco Basile y Mostaza Merlo. El Boca opulento que llegaba con cinco victorias consecutivas y un solo gol en contra en esos cinco partidos. El River modesto y golpeado que tenía en la localía uno de los pocos ingredientes para equilibrar la balanza. Las entradas, agotadas: todos a la mesa.
El arranque del partido fue equilibrado. Insúa se movía por todo el frente, pero especialmente buscaba por izquierda, a espaldas de Santana, la compañía de Bilos y Krupoviesa. Palacio también se tiraba por allí para taladrar por el sector de Alvarez. 43 segundos tardó Bilos en buscar con un centro desde ese sector a Palermo.
Curiosamente el que fue agresivo de entrada fue River. A los 4 minutos Falcao, solo, conectó de cabeza un centro de Gallardo desde la izquierda y la pelota se fue cerquita del palo derecho de Abbondanzieri. La primera emoción del Superclásico.
Los dos equipos salieron con esquemas muy similares. Basile decidió no modificar el equipo: cuatro en el fondo, confirmado Krupoviesa, tres en el medio, Insúa de enganche y adelante la fórmula que tantas satisfacciones le ha dado en los últimos partidos, Palermo y Palacio. Mostaza volvió a la línea de cuatro atrás, con el chileno Alvarez por derecha y Fede Domínguez en la izquierda; tres en el medio -Santana, San Martín y Zapata-, el regreso de Gallardo, y Falcao con Montenegro arriba.
La gestión defensiva de Boca mostraba algunas fisuras. Battaglia y Gago tenían dificultades para tomar a los mediocampistas de River y los de Mostaza llegaban con bastante facilidad al área, aunque les faltaba dar la puntada final. El equipo de Basile parecía apostar a algún contraataque.
Boca emparejó un poco el trámite pasados los 15 minutos. Schiavi cabeceó un córner por arriba del travesaño de Lux. Igual destino tuvo una media volea de Palermo desde afuera del área.
Promediando el primer tiempo, River entró en el partido que no debe jugar con Boca: el de los roces. A los 25 minutos Montenegro y Gallardo ya estaban amonestados. El 10 de River parecía jugar un partido especial con Furchi. La tribuna millonaria también, disconforme con algunos fallos del árbitro, debutante en el Superclásico. En particular reclamaron un penal por empujón del Cata Díaz a Montenegro cuando el de River se aprestaba a patear al arco.
El equipo de Merlo era un poco más. Pero no le alcanzaba para plasmar esa diferencia en la chapa. La apuesta del técnico por volver a la línea de cuatro le dio resultados, con buenas respuestas tanto del chileno Alvarez como de Fede Domínguez, con sus proyecciones por izquierda; Falcao preocupaba a toda la defensa.
Los de Basile eran una amenaza permanente, aunque algo escondida: no se sabía por dónde le iba a llegar pero en cualquier momento podía inquietar a Lux. A los 40 lo tuvo Insúa, quien pateó apenas desviado desde afuera del área: la primera ocasión clara para Boca.
Un plato lleno de sorpresas este Superclásico. River no parecía River y Boca no parecía Boca. Siguió el dominio del equipo de Mostaza en el segundo tiempo, y volvió a reclamar todo el Monumental penal, cuando el Cata Díaz parecía tomar de la cintura a Falcao García luego de un centro de Gallardo: el delantero conectó de todos modos y la pelota se fue apenas desviada. Lo volvió a tener River con un cabezazo de Montenegro que conjuró Abbondanzieri. River era más, pero no podía quebrar el 0 a 0.
“No quieren jugar”, condimentaba con vozarrón áspero Mostaza desde el borde del campo. Es que como se dio el partido el empate le quedaba mejor a los de Basile, que recién se aproximaron al arco de Lux con un zurdazo de Battaglia, a los 25 minutos, y otro de Palermo, un minuto después, ambos bien resueltos por el arquero.
Esas dos llegadas fueron el punto de inflexión de la apatía de Boca, que empezó a mejorar al mismo tiempo que River se fue quedando.
Para los postres, Merlo y Basile movieron sus piezas. Mostaza decidió dar por terminada la impotente actuación de Gallardo y probó con la Gata Fernández. El Coco sacó a Insúa y mandó a Neri Cardozo. Battaglia se fue lesionado y en su lugar entró Cagna. Montenegro le dejó su lugar a Oberman, y Palacio al Chelo Delgado.
Caras nuevas para el mismo partido. Los dos equipos dieron la sensación de estar más preocupados por no perder, que por ganar. Bilos, que no había hecho nada en 85 minutos, apareció sobre el final con un par de sus clásicas corridas por izquierda que silenciaron al Monumental.
Pero nada pudo quebrar el 0 a 0 del final. Un empate que fue más festejado por los de Boca que por los de River. El plato fuerte, el banquete, que preanunciaba el Superclásico terminó apenas en una comida frugal. No hubo ni festín de Boca. Ni River salvó el año comiéndose al rival de toda la vida.