| En su vuelta, el jujeño reemplazó a Sambueza y, con el brazo, anotó el 1-0 ante Quilmes, cuando se jugaba el minuto 47 del segundo tiempo. El equipo de Passarella, que no había jugado bien, sumó tres puntos de oro en el Sur y quedó como único escolta, a un punto del líder San Lorenzo.
Quilmes y River llegaban al enfrentamiento por la sexta fecha con realidades diametralmente opuestas. Los locales seriamente comprometidos con el descenso presentaban una alineación con muchas caras jóvenes salidas de sus inferiores. Los visitantes, que habían sacudido el mercado del verano con varias incorporaciones, con un plantel lleno de figuras, que incluía su más flamante adquisición, Mauro Rosales, entre los titulares.
Pero entre las ganas de los dirigidos por Fanesi y las distracciones de los de Passarella, los primeros minutos del partido transcurrieron con un Quilmes sorprendentemente superior a River, asfixiándolo en todos los sectores de la cancha y llegando a las proximidades del arco de Carrizo con algo de riesgo. Sosa estaba firme atrás, Diego Torres se tiraba a la derecha y complicaba a la dupla Villagra-Lussenhoff. Medina probaba desde afuera. Ibáñez tuvo varias como para abrir el marcador.
Quince minutos tardó River en llegar por primera vez, cuando Belluschi tiró un centro desde la derecha y no llegó a empujarla Farías. El conductor no aparecía y, las pocas veces que la pelota le llegaba a sus pies, abusaba de pelotazos para el 9 que, o no llegaban a destino, o lo encontraban adelantado. Ni Rosales, ni Sambueza se sumaban al armado. Ponzio estaba impreciso y de un error suyo casi llega el primero de Quilmes. Otros quince minutos y segunda llegada: centro de Rosales, y no llegaron Farías y Belluschi. Muy poco. Y los hinchas visitantes empezaron a impacientarse.
El partido ofrecía pocas emociones. Y algunas jugadas ordinarias. Un tiro libre desde la izquierda de Diego Torres terminó en lateral del otro lado. Lo tomó Villagra y no logró introducir la pelota en el campo con las manos. Una postal del peor primer tiempo de River en lo que va del torneo. Recién sobre el final se encendió un poco con dos llegadas de Ibáñez y una de Sambueza, cuyo tiro al bulto pegó en el arquero Grosso.
El pedido de Orteeeeeeee-gaaa que bajaba de la tribuna visitante cuando arrancó el segundo tiempo sonaba más a una queja con la producción del equipo de Passarella que a un deseo de ver al jujeño en la cancha. En vano, como muchas veces cuando se reclama por un jugador. Porque lo que necesitaba River no era un salvador sino que sus jugadores comenzaran a hablar el mismo idioma futbolero.
La obligación de no alejarse del puntero, el San Lorenzo de Ramón Díaz, empujó a los jugadores visitantes hacia delante. Empezaron a tocar más y a llevar la pelota por abajo. Lentamente el balón comenzó a pasar más tiempo en el territorio cervecero, aunque sin mayores peligros. Quilmes esperaba agazapado meter una contra con Diego Torres o Ibáñez. Pero sus volantes quedaban muy alejados de los delanteros: ¿habrán sentido el esfuerzo realizado en la primera mitad? River parecía empezar a torcer la historia en su favor.
Y lo tuvo Farías con un cabezazo, que se fue alto. Lussenhoff no llegó a tocar un centro cruzado que sólo había que soplarlo. Y Grosso le tapó un remate de media distancia a Ponzio que llevaba dirección de gol. Avisaba River, pero le faltaba el gol.
Faltaban 20 para el final cuando Passarella se cansó y decidió mandar a Ariel Ortega al campo, por Sambueza. Belluschi se paró a la izquierda y El Burrito suelto, a veces cerca de él, a veces por la derecha. La idea era buscarlo a Farías desde los costados. ¿Cómo explicar el gol que erró El Tecla sólo frente al arquero? Y el siguiente... Fueron muchas las que tuvo, y esta vez no embocó ninguna.
Si casi se lo gana Quilmes con un par de contras. Porque River atacaba con mucha gente y quedaba muy desprotegido atrás. Ibáñez punteó a las manos de Carrizo su oportunidad. Y el ingresado Kalinski quiso tirarle una vaselina al arquero que se fue muy por arriba del travesaño. En el fondo, Capria y Sosa eran una pared contra la que chocaban todos lo intentos de River.
Los últimos minutos fueron de ida y vuelta. Desaparecido Belluschi, el Tecla con la pólvora mojada y con Ortega lejos del nivel que supo mostrar en el verano, antes de su recaída, al equipo de Passarella le faltaba vuelo para lograr el triunfo y el partido iba irreversiblemente hacia un cero a cero final. Y hubiera sido justo.
Pero en el descuento llegó el polémico gol de River. Centro desde la derecha, El Burrito la fue a buscar con la cabeza y la pelota le pegó involuntariamente en el brazo -se vio claramente la intención de cabecear- y se metió en el arco de Grosso. El árbitro Daniel Giménez y el asistente Lovatto -explicaron más tarde- no juzgaron la mano como intencional y convalidaron el tanto. Y hubo bronca e incidentes en la tribuna local. Y festejo en todo River y en Ortega.
Justo en el día de su regreso. Una alegría por él. Pero un llamado de atención para el equipo de Núñez, que volvió a sumar en el descuento. Ya van tres veces: el gol de Tuzzio ante Lanús, el de Belluschi ante Arsenal y ahora éste. No puede apostar a que la suerte esté siempre de su lado.
Fuente: Clarín on Line.