| Le ganó 2 a 1 a Lanús, en el Sur, y consiguió la primera victoria en el Clausura. Aguantaba con diez el empate y sus hinchas se estaban impacientando. Y cuando se terminaba el partido el juvenil sacó un disparo desde afuera que se le coló a Bossio. El Piojo López y Sebastián Blanco anotaron los otros dos tantos.
Fueron duras las últimas semanas para Mostaza Merlo y "sus" dirigidos. La exclusión de Maciel, el pedido de los jugadores para que el entrenador lo reincorpore, los rumores de renuncia y hasta la discordancia entre los hinchas sobre el amor por el responsable mayor del título del 2001, provocaron un gran temblor en Avellaneda. Con todo eso dentro de una gran mochila (bastante menos pesada que la de los 35 años sin títulos), Racing visitaba a Lanús, en busca del primer triunfo del Apertura.
Pero enfrente se presentaba un equipo chivo. El Lanús de Ramón Cabrero, que plagado de jugadores de la casa, se presentó desde el comienzo del Clausura como uno de los candidatos a dar el batacazo, al estilo Estudiantes en el Apertura. Entonces, para cambiar lo hecho en la derrota ante Newell's y apaciguar los ánimos de los hinchas, Mostaza se decidió a poner en cancha un equipo plagado de jugadores surgidos de las inferiores. Seis de los once titulares, debutaron en diferentes épocas en Primera, para La Academia, algo que no se veía en Avellaneda desde hacía mucho tiempo.
Pero en la cancha se ven los pingos. Y el primero en vestirse de protagonista fue el local. Lanús se adueñó de la pelota y se plantó en el campo de Racing, generando las mejores chances. Pero ese dominio duró apenas unos 20 minutos. El fondo de La Academia se acomodó bien y el Rulo Romero anuló a Sebastián Leto. A eso se le sumó la velocidad del ataque, combinación casi perfecta para que la historia cambie.
Y cambió mucho. Racing, esta vez tomó la pelota y con el Piojo y Bergessio como estandartes, llegó al gol. Lavandina dejó en el camino a Ribonetto y habilitó a López, que le ganó la espalda a Pelletieri y definió. Ese gol que todos estaban esperando en La Academia llegó. El ídolo, por primera vez desde que regresó de su larga estadía por el fútbol internacional, convirtió y la gente lo reconoció: "Piojo, Piojo...". Pero eso no era lo único, el equipo de Merlo se ponía arriba en el marcador, por primera vez en el torneo. Parecía, una tarde especial.
Era casi una obviedad que Lanús iba a ir por el empate en el complemento. Y por lo visto la segunda etapa de Mostaza en Racing, La Academia se iba a retrasar. Y así fue. De la mano de Lautaro Acosta, ese que le dio la clasificación a la Selección Sub-20 a los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, el Granate se plantó en el campo visitante. Ramón Cabrero decidió meter mano en el equipo y el partido cambió de rumbo.
Ya el embale de Lanús en ataque era demasiado fuerte. Y la actitud de Racing, cada vez más defensiva. Pero en el momento en el que parecía que el local sacaba el pie del acelerador, llegó el empate. Acosta, la figura granate encaró por la derecha del fondo académico y habilitó a Sebastián Blanco, que recién había ingresado, para que remate ante la salida de Campagnuolo. 1-1 y justicia en el marcador, para un equipo que buscaba mucho ante uno que quería cerrar el arco y el partido.
Todo lo hecho en la primera etapa por los de Merlo, todo el entusiasmo que tenían los hinchas en la tribuna se derrumbaba. Encima el equipo no salía del fondo y Lanús se venía por el segundo gol. El grito asomaba desde el seno de la hinchada. El pedido para que pongan un poco más de ganas llegó. Y el entrenador lo escuchó. Metió mano en el equipo, pero el juego no cambió. El local siguió con la pelota en los pies y Racing apenas logró salir desde el fondo, con tibios ataques al arco de Bossio.
Encima La Academia se iba a quedar con un jugador menos. Gonzalo García derribó a Aguirre en la puerta del área de Campagnuolo y Lunati lo expulsó. La tarde, que ya era noche se nublaba. Pero desde el primer tiempo se sabía que era una jornada especial. Racing no se quería quedar atrás de los otros cuatro grandes, que ganaron y encontró un regalo del cielo. Maximiliano Moralez, que había ingresado a los 33 minutos de la segunda etapa, encontró una pelota suelta a diez metros del área rival y sacó una bomba. ¡Golazo! La pelota se elevó con velocidad y bajó en el lugar justo, para que pase entre las manos de Chiquito Bossio y el travesaño. El más chiquitín batía al más grandote de la cancha.
Y Racing volvía a festejar. Pero como siempre, con la angustia hasta el último minuto y esa ambigüedad de sentimientos que llevan al hincha del ocaso al paraíso. Esta vez, y para el bien de medio Avellaneda, el sentimiento que prevaleció fue el de la alegría. Por el gol del ídolo, por el triunfo y por decirle chau a esa racha nefasta de 10 partidos sin conocer la victoria. Y porque Mostaza, esta vez no se equivocó. Como dijo el Piojo: "Esto es Racing". Contundente.
Fuente: Clarín on Line.