San Lorenzo | El Ciclón empezó a desbarrancarse en 2017 y el bajo nivel es una preocupación en aumento.
Hoy ante Tigre, fué apenas una muestra de que en el Ciclón el semblante preocupa y que en Boedo intentan digerir la sucesión de tragos amargos. El equipo de Diego Aguirre convive en una etapa de reconstrucción en la que no encuentra el rumbo. Todo aquello que había empezado tan bien en el segundo semestre de 2016 pareció desbarrancarse en un puñado de partidos. El principal déficit radica en la falta de elaboración de juego, por lo que Nicolás Blandi (goleador argentino en 2016) aparece como un espectador de lujo. San Lorenzo sumó preocupaciones.
En las entrañas del propio plantel reconocieron que desde la caída 2-0 ante Godoy Cruz fue todavía más dura que la sufrida en Río de Janeiro, por 4-0, a manos de Flamengo. El bajo nivel quedó evidenciado y San Lorenzo jamás estuvo cerca de llevarse ni siquiera un empate aquella noche en Brasil.
"El rival somos nosotros mismos". La cara de Aguirre, apagado, lució como nunca desde que es el entrenador de San Lorenzo. El DT lo tiene claro: le toca vivir su peor momento desde su arribo a la institución.
El mal momento, quizá, le exige replanteos y cambios a Aguirre. Habrá que ver si los tiene, dado que San Lorenzo vendió a varios de sus buenos valores. Se perdió el funcionamiento y una vez más el tándem generador de juego (Néstor Ortigoza-Fernando Belluschi) se mostró impreciso y con escasa circulación. El DT pone parches en defensa y fundamentalmente en los laterales ensaya soluciones que no aparecen. Y es allí donde surge la desesperación.
Aguirre entiende que la principal diferencia con Boca no pasa por la distancia en puntos, sino por la forma en la que se pueda generar juego para tener aspiraciones serias.