| El equipo de Pekerman, en una tarde para el olvido, cayó 2 a 0 ante la Selección ecuatoriana, que se impuso con goles de Lara y Delgado. En el equipo que resultó victorioso jugó el basavilbasense Cristhian Gómez.
Argentina, pese a este resultado, sigue puntera en las Eliminatorias.
El seleccionado argentino de fútbol perdió el invicto que mantenía bajo la conducción del técnico José Pekerman y cayó ayer por la tarde ante su par de Ecuador por 2-0, en partido jugado en el estadio Olímpico Atahualpa de la ciudad de Quito, ante 45 mil espectadores eufóricos, correspondiente a la 14ª fecha de Eliminatorias Sudamericanas.
Pese al traspié, Argentina, que concluyó el encuentro con diez hombres como consecuencia de la expulsión que sufrió el volante Esteban Cambiasso, encabeza las posiciones con 28 unidades.
En el segundo puesto está Brasil con 24 puntos (hoy jugará ante Paraguay), mientras que Ecuador quiere ratificar lo hecho en la eliminatoria pasada (clasificó para el Mundial Japón Corea 2002) y reúne 23.
Los goles del equipo dirigido por el colombiano Luis Suárez fueron alcanzados en el segundo tiempo, cuando el cuadro Albiceleste se quedó -literalmente- “sin piernas”, por Cristian Lara, a los 10 minutos, y Agustín Delgado, a los 45.
El elenco local contó en sus filas con el oriundo de Basavilbaso (nacionalizado ecuatoriano) Cristhian Gómez que no tuvo grandes intervenciones y fue suplantado antes del inicio del segundo tiempo.
El elenco local ganó con el ingreso de Lara, quien a los 10', aprovechó una rápida maniobra de Neicer Reasco (le ganó una pelota en la mediacancha a Tevez) y metió un zapatazo letal que superó la resistencia de Franco.
El gol obligó a replanteos en Pekerman. Apostó a la entrada de Figueroa por Milito, uno de los pocos que había cumplido.
Pero el repunte Albiceleste no se dio. Porque faltó aire, no hubo dinámica y tampoco sobró inteligencia.
Argentina se fue apagando de a poco y encima sufrió la expulsión de Cambiasso.
Y cuando se ingresaba al minuto final, Delgado saltó más alto que todos, metió un frentazo inatajable para Franco y chau a la ilusión argentina de conservar el invicto.