FÚTBOL | Independiente venció a Boca por 5 a 4, en un partidazo en la Bombonera. Para la visita marcaron Patricio Vidal, Osmar Ferreyra y Ernesto Farías (3). Y para el último campeón lo hicieron Facundo Roncaglia (2), Juan Román Riquelme y Pablo Ledesma.
A falta de cinco minutos, Independiente, que en el primer tiempo había tenido ventajas de 2-0 y 3-1, perdía 4-3; pero en ese lapso final apareció Ernesto Farías y dio vuelta el resultado.
El refuerzo que pidió incansablemente el técnico saliente Ramón Díaz, marcó un total de tres para el triunfo de los visitantes: los otros goles de Independiente fueron de Patricio Vidal y Osmar Ferreyra.
Para Boca, que perdió la punta y el invicto de 33 partidos en torneos locales (en la semana había caído ante Fluminense de Brasil por la Copa Libertadores de América), anotaron Facundo Roncaglia, por duplicado, Osmar Ferreyra en contra y Pablo Ledesma.
Como dato curioso, Independiente también había cortado la racha invicta de 40 partidos del Boca de Carlos Bianchi en 1999.
Las múltiples fallas defensivas, de las que ambos sacaron el máximo provecho, le dieron goles y emoción al primer tiempo.
Pegó primero Independiente, que a los seis minutos se encontró con una inesperada ventaja de dos goles: Patricio Vidal puso el 1-0 a los 37 segundos, tras capturar una pelota perdida en el área; y Osmar Ferreyra, de tiro libre y con la colaboración de Agustín Orión, amplió la diferencia para los de Avellaneda.
La crisis de la visita, que le costó el puesto a Ramón Díaz y la eliminación en la Copa Argentina a manos de Belgrano de Córdoba, se disipaba en un puñado de minutos ante el campeón en ejercicio y, a la espera de la posible llegada del nuevo entrenador, Américo Gallego, devenía en súbito heroísmo del interino Cristian Díaz.
Era, sin embargo, un espejismo: Boca se adueñó inmediatamente de la pelota y, con la imaginación de Juan Román Riquelme, empezó a acercarse hasta el arco defendido por el juvenil Diego Rodríguez. Su arma predilecta: los desbordes de Orlando Gaona Lugo por la banda derecha.
Facundo Roncaglia descontó a los 12 minutos, y aunque Farías cortó su sequía personal y llevó la cuenta de Independiente a tres con un gran cabezazo, Riquelme construyó una definición deliciosa en el área, Ferreyra desvió la pelota y Boca, empujado por su público, se fue al descanso con desventaja mínima.
Otros seis minutos del segundo tiempo le costó empardar al equipo dirigido por Julio César Falcioni, y fue otra vez Roncaglia que aprovechó el rebote en el palo de un cabezazo de Santiago Silva para poner el 3-3.
Boca insistió en el dominio, mejor parado en el mediocampo, y siguió generando cierto riesgo en el área visitante.
Además, y a diferencia de Independiente, corrigió sus errores en el fondo, línea de la que, apoyado en rendimiento y cifras, venía presumiendo solidez hasta el primer tiempo de este mismo partido.
Entre una cosa y la otra los equipos se fueron poniendo en su lugar: el campeón yendo y los de Avellaneda aguantando y sufriendo. El peso natural, el desequilibrio, desembocó en lo previsible: gol de Boca. Riquelme habilitó en profundidad a Juan Sánchez Miño que desbordó y tiró el centro atrás para que Pablo Ledesma apareciera con un cabezazo potente y convirtiera el 4 a 3.
Cuando Díaz había vuelto a ser el técnico al que sólo le daba para seguir en Reserva; cuando los hinchas visitantes se encomendaban al dios Gallego para salir del pozo; cuando a Independiente no le quedaban reservas morales para revertir la historia, sucedió lo imprevisible: Boca tuvo dos lagunas en su memoria defensiva.
Independiente, así, primero empató, cabezazo de Farías en el área; y después lo ganó, con una linda definición del propio goleador. 5 a 4, inolvidable, vibrante, emotivo, un atentado a la táctica y al humor de los hinchas que fue cambiando con el correr de los minutos una y otra vez.