FÚTBOL | Por la quinta fecha del Torneo Apertura, en cancha de Racing Club, con el arbitraje de Carlos Maglio, Independiente, el puntero y hasta hoy invicto, recibió a Boca Juniors. El Xeneize lo derrotó 3 a 2 y quitó el invicto, pero el rojo sigue puntero.
Todavía se estaba armando el partido, cuando Díaz inició un jugadón por el callejón del 10. Se sacó la marca de encima y, entre varias piernas rivales, amagó con sacar el derechazo cruzado, pero se la puso al pique de Montenegro, quien sin mirar la cruzó al medio para la furibunda entrada de Denis. Zurdazo, no del todo neto es cierto, y gol de apertura en Avellaneda. Se jugaban dos minutos, apenas.
¿Boca? Sintió el impacto. No lo esperaba, en realidad. Porque la desventaja lo obligó, sobre la marcha, a cambiar la estrategia. Si llegó con la intención de ir graduando su presión sobre el rival, no tuvo otra barajar y dar de nuevo. Fue para adelante, casi desesperado, a tratar de dar vuelta la historia. Repitió, en esos primeros minutos, el camino de búsqueda, desde uno y otro sector: pelotazo cruzado, generalmente de afuera hacia adentro, para Palermo o Palacio. También insistió con Ibarra, quien rápido pasó a jugar delante de la mitad de la cancha, en lo que vendría a ser un ocho mentiroso.
Una a favor de Independiente: no se conformó. Pudo haberse replegado y apostar a las salidas rápidas de Montenegro o el propio Denis, pero prefirió defenderse con la pelota en su poder, lejos del arco propio. Excelente decisión que, de paso, le dio aire para manejar un partido intenso, sin freno, de esos que obligan a mantener la vista fija en la pelota.
Palermo, como no tenía espacios entre los centrales, empezó a moverse afuera del área. Fue así que despachó un centro de derecha al segundo palo, Placio la trajo hacia adentro y Guillermo Rodríguez la mandó adentro de su propio arco.
Se fue emparejando el clásico. Boca, envalentonado por el gol, empezó a hacer circular la pelota. De izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Siempre al ras del piso, aunque le faltó aceleración para entrarle a una defensa muy abierta, sobre todo por el sector derecho, donde Mareque iba más de lo que volvía.
Palacio tuvo ratos del mejor Palacio. Movedizo, encarador, desequilibrante. Así se mostró el bahiense. Incluso también hizo jugar a los demás, como en esa pelota que metió en profundidad para la entrada de Palermo, quien a la carrera sacó un derechazo bajo que el arquero manoteó hacia un costado.
Independiente se fue quedando sin reacción. Díaz, ausente con aviso. Montenegro, también. Como que sintió la inactividad. Y Denis, solo y su alma, hizo lo que pudo. Tuvo otra gran chance, ya sobre el final del primer tiempo, cuando Montenegro levantó la cabeza y lo dejó solo, pero Caranta dio justo el paso hacia delante para achicarle. Conclusión: el delantero pateó, sin precisión, con el arquero encima.
Al minuto del segundo tiempo, Ibarra ejecutó un tiro libre al área y Palermo, entre dos rivales, saltó limpio para meter un cabezazo junto al palo derecho. Independiente, a esa altura, no sabía dónde estaba parado. Tambaleaba, entre su desesperación y sus dudas defensivas. Igual fue para adelante y casi lo empata, en una frontal entrada de Mareque, quien antes de pisar el área grande sacó un latigazo que, una vez más, encontró bien ubicado a Caranta.
Se siguió jugando a mil. De área a área. La entrada de Gracián, en lugar de Dátolo, le dio a Boca mayor precisión a la hora de manejar los contraataques. Ledesma, suelto como siempre, aprovechó un par de veces para ganarles las espaldas a los marcadores centrales. Casi lo grita Palacio, en otra salida fulminante por izquierda. Rodrigo llegó con pelota dominada y en vez de darle de zurda abajo, enganchó y le dio de cachetada a colocar, pero la pelota terminó en las manos del arquero.
Pasaban los minutos y la sensación, a esa altura, era una: Independiente no daba señales de estar cerca del empate. Boca, en cambio... No extrañó, entonces, que Gracián se desganchara (error grande, grandísimo, de Pusineri) y ante la salida del arquero, lo dejó atrás con un bonito amague. Después, desde un costado, le dio un pase a la red, diría el Flaco Menotti.
La emoción se instaló cuando Montenegro metió un bochazo al punto del penal y Matheu, con los ojos bien abiertos, lo fusiló de cabeza a Caranta. Quedaban, todavía, 17 minutos sin descuento. Muchísimo tiempo para un clásico a puro vértigo.
Fuente: Clarín on line.