FÚTBOL | En un partido parejo Boca no supo sostener la ventaja que había encontrado con Roncaglia, promediando el complemento, y a cinco del final el equipo de Brasil se llevó de La Bombonera un empate muy valioso ya que se definirá la Libertadores en su casa.
El conjunto dirigido por Julio César Falcioni, que cambió radicalmente su juego del primer al segundo tiempo, se puso en ventaja, a los 72 minutos, con un gol de Facundo Roncaglia.
Pero Corinthians, tal vez en el mejor momento de Boca, llegó al empate por intermedio de Romarinnho, a cinco minutos del final.
De esta manera, la final de la Copa Libertadores quedó abierta y se definirá dentro de siete días en San Pablo.
Cabe destacar que a esta altura del certamen ya no corre el valor doble del gol de visitante como fórmula de desempate.
La primera media hora mostró a un Corinthians sólido en el fondo, con mucha presión y movilidad en la mitad de la cancha, pero sin profundidad en ataque.
El entrenador Tité, que nunca perdió ante un equipo argentino (ocho triunfos y tres empates), empleó un 4-4-2 flexible, ya que cuando tuvo la pelota y pensó en el arco rival, dos de los cuatro mediocampistas, Jorge Henrique y Alex, se sumaron a Danilo y Emerson en ataque.
Y producto de ese mejor juego, más desde lo conceptual que desde lo futbolístico, contó con su única chance de gol, a los 7 minutos, con un remate desde 25 metros de Paulinho, su volante central, que exigió una extraordinaria respuesta de Agustín Orión.
A todo esto, Boca no hizo pie en el fondo, menos en la mitad de la cancha y mucho menos en ataque.
Sin dudas la presión que ejerció Corinthians sobre Juan Román Riquelme nubló los dirigidos por Falcioni del mediocampo hacia adelante.
Pero así como el Diez no tuvo una noche inspirada, tampoco lo ayudaron Walter Erviti, por izquierda, y Pablo Ledesma, por derecha. Entonces, Boca no tuvo fútbol ni volumen de juego y sólo Santiago Silva, con su movilidad, complicó a una defensa que casi no tuvo fisuras.
De hecho, a los 33 minutos, el delantero uruguayo sacó un remate que se desvió en Leandro Castán. Esa fue la única situación del equipo local. Y sin dudas menos peligrosa que la que gestó su rival en el inicio del partido.
Pero tal vez esa jugada le sirvió como inyección anímica a Boca, porque en los 10 minutos finales de la etapa inicial se adueñó de campo y pelota, aunque sin profundidad, y desestabilizó al fondo visitante.
Todo esto, a partir de un crecimiento en el juego de Riquelme y una mayor participación del resto de sus compañeros.
Pero quedó claro que en el partido de las estrategias, Tité le ganó el duelo a Falcioni, porque el desarrollo de la primera etapa, friccionado, se jugó al ritmo que propuso Corinthians, el equipo "más argentino de los brasileños".
Un párrafo para el árbitro chileno Enrique Ossés, quien si bien no incidió en el resultado, se equivocó seguido. Primero le sacó ritmo Boca al no sancionar varias faltas y luego perjudicó a Corinthians al no expulsar a Roncaglia, a los 85 minutos.
En el comienzo del segundo tiempo Boca mostró otra actitud y una mayor ambición, a partir de estar mejor parado atrás, de ejercer más presión en la mitad de la cancha, y de consolidar un mejor funcionamiento colectivo. Así, a los 4 minutos, una buena jugada entre Leandro Somoza y Erviti derivó en un remate de Riquelme, que se fue apenas por encima del travesaño.
Pero esa mejoría de Boca se vio aplacada por la floja labor del chileno Ossés, quien le sacó -al igual que los primeros 45 minutos- ritmo al equipo local, al equivocarse en fallos menores.
Corinthians, pasado el cuarto de hora inicial del complemento, logró salir del asedio, pero en una réplica pasó un sofocón después de una jugada excepcional de Riquelme que Mouche definió a las manos de Cássio.
Luego, el partido se pareció un poco más al de los primeros 45 minutos, con fricción y lucha en la mitad de la cancha, sin un predominio de ninguno de los dos equipos, y con poco en ataque.
Pero Boca, producto de ese cambio de actitud, fue y fue y a los 27 minutos llegó al gol.
Un tiro de esquina desde la izquierda de Mouche, derivó en un cabezazo de Matías Caruzzo, en otro de Silva, que Chicáo sacó con la mano sobre la línea (era penal y roja) y luego dio en el palo derecho, pero apareció Roncaglia (tal vez en su último partido) y puso el 1 a 0.
Lo de Ossés a esa altura era de regular para pésimo. Es que acto seguido amonestó a Chicáo. ¿La razón? No se entendió.
Encima, a los 40 minutos, llegó el empate, primero porque perdió la pelota Riquelme y después porque Romarinho, quien había ingresado 180 segundos antes por Danilo, definió exquisitamente, tras un pase bárbaro de Emerson. Un baldazo de agua fría.
Pero sobre el final tuvo el triunfo en dos cabezazos, primero con Lucas Viatri y después con Darío Cvitanich, quienes habían ingresado por Silva y Mouche, respectivamente, pero el travesaño y la falta de puntería les negaron el gol. Fue un final frío y negro. Con sabor a poco.