| Australia igualó 2 a 2 con Croacia. Los goles de la selección croata los marcaron Srna y Kovac, en tanto los goles australianos los hicieron Moore, de penal y Harry Kewell. De esta manera el equipo de Oceanía jugará con los italianos en los octavos de final.
Hiddink ha vuelto a obrar su pequeño milagro de ultramar. Tras las semifinales de 2002 con Corea, esta vez ha logrado incorporar a Australia a la fase decisiva de la Copa del Mundo. Y lo ha hecho con el mismo ropaje de la selección asiática, donde el sudor y la solidaridad resultaban imprescindibles.
Tras sudar tinta ante Japón y merecer mejor suerte con Brasil, ante Croacia logró superar demasiados obstáculos, dos goles en contra y por qué no, los propios errores de su técnico.
Por ejemplo despreciar las leyes sagradas de la portería y confiar el partido más importante de la historia de Australia, a su portero suplente. El gigantesco Kalac, de 2.02 metros y 33 años, juega en el Milan, aunque este año sólo se le ha visto por San Siro en dos partidos. Más que suficiente, porque este hombretón salió al campo con jabón en los guantes.
En la primera parte, en un saque de esquina sin mordiente, la pelota se deslizó traviesa entre sus manoplas ante la sorpresa de sus defensas. Australia por entonces, intentaba sobreponerse al golazo inicial de Srna, con un estilo confiado al sacrificio y a los balones colgados hacia Viduka.
El ariete bajaba las pelotas de Chipperfield y Kewell, pero debía sobreponerse a la marca de Tomas, que le placaba sin parar en el área. En una de estas melés, el agarrón fue uno de los penaltis más escandalosos que se recuerdan. Invisible por otra parte para Graham Poll.
El central croata fue otra de las notas esperpénticas de un partido para el olvido. Cada balón aéreo lo saludaba con una salva de manotazos al aire, con una puntería más que aceptable. O acertaba con la cara del rival o directamente con el balón. De nuevo de forma invisible para el árbitro, incapaz de sujetar los malos modos croatas en las áreas.
Y es que los balcánicos se marchan de Alemania con una imagen tan triste como la de sus hermanos serbios, con expulsiones, mal juego y sin nada en el horizonte. Esta vez se dejaron llevar por la marea optimista del marcador, que no reflejaba lo que marcaba el juego. Sólo confían en Prso y eso no suele ser suficiente.
Ni siquiera lo fue tras el gol de Kovac, el único que suele poner algo de coherencia en la mitad del terreno. Remató el capitán flojo y raso y Kalac hizo lo imposible para que aquello fuera gol. Sin embargo, en lugar de mantener el control del juego, prefirieron meterse atrás y achicar agua. Kewell, un futbolista bullidor y obcecado, acabó con sus sueños.
Fuente: EFE.