| Alemania venció a Portugal por 3-1 en el partido por el tercer y cuarto puesto. Los anfitriones rozaron la miel con sus labios y merecieron ocupar el último cajón del podio. Eso sí, el más acerbo. El partido, además, supuso la despedida de sus respectivas selecciones de Oliver Kahn y Luis Figo.
Es difícil echarle el guante a la motivación cuando ésta cae sin freno por un pozo sin fondo. Alemania y Portugal estiraban sus extremidades en un intento de rozar la gloria, cuando alguien llegó y les cortó las mismas, de sopetón. Klinsmann y Scolari buscaron en la tópica apelación al orgullo y la presencia de hombres no habituales los argumentos necesarios para saltar al césped una vez más. En esta ocasión pelearon por la pedrea, pero han armado dos bloques compactos y jóvenes y quizá tengan la ocasión de batirse por un peldaño superior.
Recostados en el banquillo, Ballack (por lesión) y Figo (por decisión técnica) escenificaban el paupérrimo apetito que suscita el peor bocado del Mundial, el de "casi lo conseguimos". El portugués y Oliver Kahn, quien perdía la virginidad con Alemania en este Mundial, personificaban la emotividad. La "final de consolación" suponía adiós a la selección. Figo jugó el último cuarto de hora para poner el gol en bandeja a Nuno Gomes con un centro preciso y perfecto. Resplandeciente el brazalete en su brazo, otra vez, Kahn agradeció el premio con una actuación sobria y segura. En su línea de siempre.
Alemania padeció los efectos de un oleaje que prometía empujarlos a la tierra prometida y que terminó ahogándolos. Jugó como si de una montaña rusa se tratase. Con altibajos. Atacaba un rato, salía en tropel, amenazaba con disparos lejanos, fiaba su suerte a la naciente pareja Klose-Podolski (en nada afortunados) y entraba en un estado de narcosis para dejar que Portugal jugara con ella. Tuvo que llegar Schweinsteiger, la nueva promesa, para arrojar un jarro de agua fría en el rostro de sus compañeros y despertarlos.
El rubio centrocampista germano se perfiló desde la izquierda para sacarse un derechazo desde la frontal que se "comió" Ricardo (repetiría maniobra y resultado en el tercer gol). El meta luso, sobresaliente todo el torneo, manchó su expediente al desplomarse equivocadamente ante un balón que entró por el centro de la portería. Cinco minutos después, un centro del propio Schweinsteiger era despejado hacia su portería por Petit. Alemania creció y a Portugal se le hizo más de noche. Sus primarias intenciones de abrir el campo y desbordar por las bandas derivaron en fragilidad en el mano a mano y colapso por el centro. Amén de su flojera en el remate.
Fuente: El Mundo.