Domingo 15 de Mayo de 2022, 12:31

Francisca Rubatto fue proclamada Santa

Sociedad | La monja, fundadora de la Congregación de las Hermanas Capuchinas, dedicó parte de su vida a ayudar a los pobres de varios países de América del Sur y se le aprobó un milagro por la curación de un menor uruguayo.


El Papa Francisco proclamó, en la mañana del 15 de mayo, nuevo santos cuyas vidas “fueron un reflejo de Dios en la historia, vocaciones abrazadas con entusiasmo y gastadas dándose generosamente a todos", afirmó, ante una plaza de San Pedro desbordante de gente.

El más conocido es sin duda Charles de Foucauld, referente de la llamada “espiritualidad del desierto”, por el tiempo de búsqueda que pasó por el Sahara argelino, donde transcurrieron los últimos 15 años de su vida. En 1916 fue asesinado por delincuentes en la puerta de su ermita.

El 13 de noviembre de 2005 fue proclamado beato por Benedicto XVI. El Papa también elevó a los altares al fundador de los Padres de la Doctrina Cristiana, César de Bus; a la cofundadora de las Pequeñas Hermanas de la S. Familia, María Domenica Mantovani; a las monjas francesa María Rivier y a la italiana María de Jesús; al carmelita Tito Brandsma, periodista que murió asesinado en Dachau; Lázaro llamado Devasahayam, el primer santo laico de la India; el sacerdote Luigi María Palazzolo, fundador de la Congregación de las Hermanas de los Pobres; al sacerdote Justino María Russolillo, fundador de la Sociedad de las Divinas Vocaciones; a la religiosa María Francesca di Gesù Rubatto, fundadora de la escuela de las Hermanas Capuchinas de la Madre Rubatto en Uruguay y María di Gesù Santocanale, que fundó las Hermanas Capuchinas de la Inmaculada de Lourdes.

María Francisca de Jesús, cuyo verdadero nombre era Ana María Rubatto, es la primera santa uruguaya, fue la fundadora en 1885 de la Congregación de las Hermanas Capuchinas, dedicada al cuidado de los enfermos y, sobre todo, de los niños y jóvenes abandonados.

Nacida en 1844 en Carmagnola (Piamonte, Italia), partió en 1892 con cuatro hermanas de su congregación hacia América Latina para ofrecer su contribución en Uruguay, Argentina y Brasil y finalmente se instaló en Montevideo, en el barrio de Belvedere, donde creó un taller de costura que con el tiempo se convirtió en el “Colegio San José de la Providencia”.

Para su canonización, se aprobó el milagro atribuido a su intercesión de la curación de un menor uruguayo de 14 años, que en el 2000 sufrió un accidente de moto que le provocó un traumatismo craneoencefálico con hemorragia y coma y del que se recuperó sin secuelas.