Domingo 1 de Abril de 2018, 13:17

"La Resurrección de Cristo es la verdadera esperanza"

Sociedad | Desde el balcón de la basílica de San Pedro en un mensaje de Pascua a los fieles, el Papa impartió la bendición Urbi et Orbi. “Él está vivo para siempre en medio de nosotros”, recordó.


El Papa Francisco pronunció esta mañana el saludo de Pascua e impartió la bendición Urbi et Orbi ante una multitud de fieles que se congregaron en Roma en esta Semana Santa. En su mensaje pascual, el pontífice afirmó que nosotros, los cristianos, “creemos y sabemos que la resurrección de Cristo es la verdadera esperanza del mundo, esa que no decepciona”. Es “la fuerza del grano de trigo, esa del amor que se abaja y se entrega hasta el final, y que verdaderamente renueva el mundo”, añadió Francisco, fuerza que también hoy da fruto en los surcos de la historia, “marcada por tantas injusticias y violencias”. Da frutos de esperanza y de dignidad donde hay miseria y exclusión, donde hay hambre y falta de trabajo, en medio de los prófugos y de los refugiados – tantas veces rechazados por la actual cultura del descarte, y también da frutos a las víctimas del narcotráfico, de la trata de personas y de los diversos tipos de esclavitud de nuestro tiempo”, continuó. El Santo Padre pidió “frutos de paz para el mundo entero”, y mencionó especialmente a “la amada y martirizada Siria, cuya población está extenuada por una guerra que no ve el fin”. En ese sentido, deseó “que en esta Pascua la luz de Cristo Resucitado ilumine las conciencias de todos los responsables políticos y militares, para que se ponga fin inmediatamente al exterminio que se está llevando a cabo, se respete el derecho humanitario y se proceda a facilitar el acceso a las ayudas que estos hermanos y hermanas nuestros necesitan urgentemente, asegurando al mismo tiempo las condiciones adecuadas para el regreso de los desplazados”. El Papa pidió además “frutos de reconciliación para Tierra Santa, que en estos días también está siendo golpeada por conflictos abiertos que no respetan a los indefensos, para Yemen y para todo el Oriente Próximo, para que el diálogo y el respeto mutuo prevalezcan sobre las divisiones y la violencia”, y rezó para que “nuestros hermanos en Cristo, que sufren frecuentemente abusos y persecuciones puedan ser testigos luminosos del Resucitado y de la victoria del bien sobre el mal. Del mismo modo, Francisco suplicó en este día frutos de esperanza para cuantos anhelan una vida más digna, sobre todo en aquellas regiones del continente africano que sufren por el hambre, por conflictos endémicos y el terrorismo. “Que la paz del Resucitado sane las heridas en Sudán del Sur y en la atormentada República Democrática del Congo: abra los corazones al diálogo y a la comprensión mutua. No olvidemos a las víctimas de ese conflicto, especialmente a los niños. Que nunca falte la solidaridad para las numerosas personas obligadas a abandonar sus tierras y privadas del mínimo necesario para vivir”. El Pontífice rogó en esta Pascua “frutos de diálogo para la península coreana, para que las conversaciones en curso promuevan la armonía y la pacificación de la región”. Pidió además “frutos de paz para Ucrania, para que se fortalezcan los pasos en favor de la concordia y se faciliten las iniciativas humanitarias que necesita la población”. El Santo Padre suplicó “frutos de consolación para el pueblo venezolano, el cual -como han escrito sus Pastores- vive en una especie de ‘tierra extranjera’ en su propio país. Para que, por la fuerza de la resurrección del Señor Jesús, encuentre la vía justa, pacífica y humana para salir cuanto antes de la crisis política y humanitaria que lo oprime, y no falten la acogida y asistencia a cuantos entre sus hijos están obligados a abandonar su patria”. Que Cristo Resucitado traiga “frutos de vida nueva para los niños que, a causa de las guerras y el hambre, crecen sin esperanza, carentes de educación y de asistencia sanitaria; y también para los ancianos desechados por la cultura egoísta, que descarta a quien no es ‘productivo’”, agregó. Invocó además “frutos de sabiduría para los que en todo el mundo tienen responsabilidades políticas, para que respeten siempre la dignidad humana, se esfuercen con dedicación al servicio del bien común y garanticen el desarrollo y la seguridad a los propios ciudadanos”. Finalmente, dirigiéndose a la multitud de fieles que lo acompañaba y a quienes lo seguían a través de los medios de comunicación, el Papa dijo que, al igual que a las mujeres que acudieron al sepulcro, están dirigidas a todos las palabras que dicen: “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”. Porque “muerte, la soledad y el miedo -explicó el Pontífice- ya no son la última palabra”. Hay una palabra que va más allá y que sólo Dios puede pronunciar: “Es la palabra de la Resurrección”. Ella, con la fuerza del amor de Dios, “ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos”, concluyó, deseando “¡Feliz Pascua a todos!”.