Lunes 29 de Mayo de 2017, 00:03

Zordán fue consagrado como nuevo Obispo de la Diócesis

Sociedad | En una Catedral colmada, y con la celebración presidida por Monseñor Jorge Lozano, Monseñor Hector Zordán fue consagrado Obispo de Gualeguaychú.


La Misa comenzó con la solemne procesión de los ministros, sacerdotes y obispos hacia el altar en el interior de la Catedral de Gualeguaychú. Fue encabezada por Monseñor Jorge Lozano, Obispo consagrante. Monseñor Héctor Zordán fue asistido por dos sacerdotes que estaban a su lado. Luego del saludo inicial, el padre Emanuel Escobar, último ordenado, pidió a Monseñor Lozano que ordene al candidato al Episcopado; este pedió la lectura del Mandato Apostólico emitido por el Papa Francisco. La Canciller de la diócesis, Serv. Alejandra Benedetti, leyó la Bula pontificia de nombramiento de Monseñor Zordán. El Pueblo santo de Dios aclamó con una acción de gracias. Continuó la misa normalmente con la liturgia de la Palabra. Después del Evangelio, se invocó al Espíritu Santo y el Obispo consagrante realizó la alocución al Pueblo de Dios y al candidato. Terminada la homilía, se interrogó a Monseñor Zordán acerca de sus disposiciones para el cumplimiento de su oficio como obispo. Luego, el Obispo electo se postró y se cantaron las Letanías de los Santos y Beatos. Durante la ceremonia cantó el coro "San Agustín", dirigido por la Profesora Carina Cortéz -de la parroquia "San José Obrero" de Basavilbaso-. En silencio el Obispo consagrante principal, Monseñor Lozano, impuso sus manos sobre la cabeza del electo. Luego hicieron lo propio todos los Obispos co-consagrantes (Monseñor Sergio Fenoy, Obispo de San Miguel, y Monseñor Emil Paul Tscherrig, Nuncio Apostólico en Argentina. También pasaron todos los Obispos presentes. Después dos diáconos sostuvieron el Libro de los Evangelios abierto sobre la cabeza del Obispo electo, y se dijo la oración de consagración, parte de la cual pronuncian los tres Obispos consagrantes. A partir de ese momento Mons. Héctor Zordán es obispo. Se ungió al nuevo Obispo consagrado con el santo Crisma en la cabeza. Recibió los Evangelios y las insignias de su oficio episcopal: el anillo, la mitra y el báculo pastoral. A continuación se realizó el rito de toma de posesión de la diócesis. Monseñor Zordán fue llevado hasta la Sede episcopal por el Obispo metropolitano, Monseñor Juan Alberto Puiggari (Arzobispo de Paraná). Monseñor Zordán se sentó en el sillón de la sede y desde ese momento asumió el gobierno pastoral de la diócesis. Luego recibió el saludo de todos los obispos presentes. Luego recibió el saludo de todos los obispos presentes. Zordán tomó la presidencia de la celebración para continuar la misa como sumo sacerdote de la Iglesia particular de Gualeguaychú. Después de la comunión recibió el saludo de representantes de las Iglesias diocesanas: el laico José Alejandro Vernaz de Concepción del Uruguay, la Hna. Rufina Ramírez de las "Hijas de la Misericordia de la 3º Orden Regular de San Francisco" de Basabilbaso y el Pbro. Jorge Leiva en nombre del clero de la diócesis. El nuevo Obispo fue acompañado por otros dos obispos a bendecir al Pueblo recorriendo la nave central de la Catedral. Al finalizar la celebración religiosa de Ordenación Episcopal el nuevo Obispo de la Diócesis, Monseñor Héctor Luiz Zordán dijo que quería celebrar con el corazón agradecido a Dios, nuestro Padre, y a Jesús resucitado. !¡Éste es mi “magníficat”!", exclamó. "El Padre, en Jesús, me ha llamado a la vida; me ha educado y me ha hecho crecer como persona hasta llegar a ser lo que soy hoy. El Padre me ha llamado a seguir a Jesús y me ha dado el don del Espíritu para que pueda ser discípulo del Resucitado. El Padre me ha llamado a vivir mi vida y mi fe como consagrado desde el carisma de la misión sacricordiana dado a la Iglesia por medio de Cayetano Errico. El Padre me ha llamado a vivir ese carisma misionero desde el ministerio presbiteral. Lo hice, con luces y sombras, durante 33 años. Y ahora el Padre me llama, por medio de la Iglesia, para identificarme plenamente con Jesús-Sacerdote en el ministerio episcopal, y me une esponsalmente a esta ya querida Iglesia diocesana de Gualeguaychú. ¡Dios es grande…! Y yo canto, celebro y agradezco su grandeza, su ternura y su compromiso conmigo…", expuso Monseñor Zordán. "En cada llamado suyo hubo mediaciones humanas que me hicieron presente o me ayudaron a discernir el querer de Dios; y en mi respuesta hubo compañeros de camino que han compartido mi historia y mi caminar... A todos les estoy inmensamente agradecido porque también gracias a ellos, ¡a cada uno de ellos!, soy lo que soy. Al iniciar mi ministerio episcopal renuevo mi consagración a Dios, y lo hago desde el carisma misionero sacricordiano en el cual me formé, crecí, viví mi fe cristiana y ejercí mi ministerio sacerdotal; el que ha animado toda mi vida... Y precisamente inspirándome en ese carisma elegí como lema episcopal aquella frase de san Pablo a los efesios: “Nos amó y se entregó por nosotros” (Ef 5,2). Quiero seguir a Jesús, que ha venido para incendiar el mundo con el amor incondicional del Padre (cfr. Lc 12,49); quiero seguirlo en su amor hasta dar la vida, asumiendo para mí la enseñanza de san Pablo: “practiquen el amor a ejemplo de Cristo…” (Ef 5,2); quiero que mi experiencia del amor entregado de Jesús por mí y por todos sea mi fuente vital, y que sea Él el único referente para mi vida; quiero que su entrega sacrificial por amor [la de Cristo que “amó a la Iglesia-Esposa y se entregó por ella para santificarla” (Ef 5,25-26)] sea inspiradora de mi ministerio; quiero ser –al decir de Cayetano Errico– “una víctima que se inmole y se consagre [para su gloria], consumido mucho más por su amor que por las mismas llamas” (Cayetano Errico, en la primera fórmula de profesión religiosa). Les comparto mi deseo y mi compromiso al iniciar mi ministerio pastoral en Gualeguaychú", prosiguió. Para Zordán esta Iglesia diocesana tiene un largo camino recorrido: "hace exactamente sesenta años que viene caminando, desde aquel 11 de febrero de 1957 en que fue creada; y en los últimos años ha realizado, como un acontecimiento particular de gracia, el “Camino de Asamblea diocesana”. Yo quiero sumarme a este caminar". Lugo contó que cuando preguntó a los sacerdotes qué esperaban del nuevo Obispo, algunos, hablando como si fuera en nombre de todos, "me pidieron que mi caminar sea en medio de la Iglesia; no adelante, porque correría el riesgo de arrastrarla; ni detrás, porque en ese caso el riesgo sería el de arrearla; sino en medio para acompañarla. Y enseguida me acordé de aquella frase de san Juan Crisóstomo: “Iglesia es sinónimo de sínodo”. “Sínodo” significa “hacer juntos el camino”, “caminar juntos”, caminar en sintonía…. “Sínodo” significa también “umbral de la casa”: cruzar el umbral, permanecer juntos, reunirse; ser y hacer comunidad. Es hacer algo así como lo que hizo Jesús caminando junto a los dos discípulos hacia Emaús, y lo que hicieron ellos al decirle al Señor: “¡quedate con nosotros…!”. Entonces lo propio de la Iglesia es la “sinodalidad” –¡claro!, entendiendo por sinodalidad no un evento o un acontecimiento, sino una actitud que podamos aprender y vivir todos…". "Una “sinodalidad” que se va gestando con la buena disposición para participar personal y comunitariamente en la vida de la comunidad eclesial, y la predisposición para encontrarse sin poner excusas; que se hace concreta con la recepción del hermano que llega y es acogido como en casa, en familia; que se construye con el espíritu fraterno, la capacidad de escucha, el diálogo y el respeto por las ideas del otro, el esfuerzo por vivir la comunión –en espíritu y en hechos–; que se cultiva con la alegría en el servicio, el deseo de aprender de los demás, la paciencia y la perseverancia en las pruebas, el coraje para exponer con caridad lo que pensamos, la cercanía a todos los bautizados, el salir al encuentro de los que no creen, la atención de los enfermos y los pobres, la apertura para que participen todos, también los jóvenes y los niños (cfr. Cardenal Mario Aurelio Poli, carta de anuncio del Sínodo Arquidiocesano de Buenos Aires, 11 de diciembre de 2016). Esto marca un modo de ser Iglesia, un estilo para vivir y servir en la Iglesia. Ésta es la imagen de la Iglesia-Pueblo de Dios que nos ha propuesto el Concilio Vaticano II; es la Iglesia en la que creo, en la que quiero vivir y morir; es la Iglesia que amo incondicionalmente y a la que quiero amar cada día más… Pídanle al Señor esta actitud eclesial y sinodal para mí; pídanla también para todo el Pueblo de Dios que peregrina en Gualeguaychú". Monseñor Zordán dijo que para iniciar su ministerio en esta "Iglesia particular" adhiere a lo que "Ustedes trabajaron en el “Camino de Asamblea diocesana”; a lo que asumieron como programa pastoral y están llevando adelante en cada parroquia, en cada comunidad, en cada movimiento, en cada colegio, en cada institución de la diócesis". Seguidamente indicó que deseo que su lema "sea uno para que el mundo crea", y "siga inspirando nuestro servicio; que su objetivo: “Fomentar la espiritualidad de comunión para fortalecer nuestra misión”, continúe siendo el norte que nos oriente; que sus tres objetivos específicos sigan siendo metas a lograr en el corto o mediano plazo; que sus cinco líneas de acción sean como el camino que nos lleve a alcanzar el objetivo". "Hay una frase genial de san Agustín: “Para ustedes soy obispo, con ustedes soy cristiano” (Serm. 340,1). En esa frase el “para” [ustedes] significa un orientarse hacia, un inclinarse hacia, que debe traducirse en servicio concreto [Se me viene la imagen del buen samaritano, que frenó su caballo, se conmovió, se bajó, se arremangó, se agachó y ayudó al herido que estaba al borde del camino casi muerto; estuvo para él y lo cuidó…; es la imagen del padre que vive para los hijos]. Y el “con” [ustedes] señala la identidad compartida y la fraternidad que surge del mismo bautismo recibido [Y aquí de nuevo me surge la imagen de Jesús, junto a los dos discípulos, haciéndose compañero de camino…, del hermano que camina junto al hermano]. Esa frase de san Agustín me ha servido muchas veces para inspirar mi servicio pastoral y mi relación con los hermanos. ¡Que ella ilumine mi nuevo ministerio! Para ustedes quiero ser padre que sirva, que acompañe, que guíe, que anime, que contenga, que consuele… [es más, me daría mucha alegría y serenidad si me siguen llamando “padre”]. Con ustedes quiero ser hermano, vivir la alegría de ser bautizado, el gozo y la cercanía que da la fraternidad en el seguimiento de Jesús. San Agustín la remataba diciendo: “Me aterra [asusta] lo que soy para ustedes, pero me consuela lo que soy con ustedes”. Pídanle a Jesús que me dé alegría en el ministerio, un amor fuerte e incondicional por la Iglesia, un corazón que ame paternalmente y que sirva fraternalmente. ¡Pídanle al Buen Pastor que me haga un hombre de Dios, un buen obispo…!". Por último pidió, "por favor", que "lleven mi saludo cariñoso y mi abrazo fraterno a todas las comunidades y a cada familia de la diócesis, particularmente a los que no pudieron venir: a los enfermos, a los más pobres, e incluso a aquellos que están más alejados de la Iglesia, a los que no viven la fe, a los que no son creyentes. Que a todos los consuele y los bendiga con abundancia el Padre del Cielo. A Ustedes, gracias por haber venido y por compartir esta celebración; que Dios los llene de paz y de alegría en el encuentro con el Señor Resucitado".